domingo, 17 de abril de 2011

La obra de Juste d'Egmont

Ficha técnica de la obra
Título: Retrato de Louis II de Bourbon, llamado Le Grand Condé (1621-1686)
Autor: Justus van Egmont (1601-1674)
Año: mediados del sigle XVII
Técnica: Óleo sobre tela
Lugar de conservación: Chantilly, musée Condé
Dimensions: 1.46 x 1.10 m


 














Análisi formal de la obra

El monarca se encuentra en primer término y centrado en el lienzo, con una posición ligeramente ladeada. Su pierna izquieda está adelantada (posición muy común en la aristocracia de la época) y tiene el brazo izquierdo apoyado en una columna a la altura de su cintura. Encima de dicha columna se encuentra su casco, completando así la vestimenta de batalla. Está situado en una parte alta con respecto a los demás elementos del cuadro.
Se produce un interesante juego con la perspectiva, ya que la batalla (probablemente la Guerra de Los treinta años) se produce en un segundo término (parte inferior izquierda) y a una altura inferior.

Las luces son determinantes en la pieza: en primer lugar, la figura contrastada de Louis II con tonos fuertes y claramente diferenciados como el negro, el blanco o el rojo, y un foco de luz frontal; mientras que en la batalla predominan los tonos pastel, con poco contraste, y el foco de luz se sitúa en su parte posterior, simulando un atardecer o un anochecer.

En último término, como fondo, se encuentra el mar. También realizado con un azul pastel y sin la misma definición que el monarca.


El autor y su contexto histórico

El autor de esta obra es Juste van Egmont, también llamado Justus Van Egmont, en holandés. Nació en Leyde el 22 de septiembre de 1601 y murió en Anvers el 8 de enero de 1674. Su periodo de trabajo comienza en 1615. Fué discípulo de Kasper Van der Hoecke en La Haya. Tras un viaje a Italia (1618) ingresó en el taller de Peter Paul Rubens para acabar convirtiéndose en maestro del gremio de San Lucas en la ciudad en 1628. Después de esto, optó por continuar su carrera en Francia donde hace pinturas decorativas. Primero se convierte en el pintor de los príncipes de Condé, y finalmente, en el pintor oficial de Luis XIII y Luis XI. En 1648 ayudó a fundar la Academia Real de Pintura y Escultura y un año después regresó a los Países Bajos. A continuación mostramos algunas de sus obras:



Louis XII, c.1640

                                                                           Cleopatra y Antonio disfrutando la cena, c.1680 


 Rey Louis XIV, 1651-54


                                                                        Reina Louise Marie Gonzaga futura reina de Polonia, 1645

El retrato de Louis II de Bourbon fue realizado a mediados del siglo XVII en Francia. Época caracterizada por el Absolutismo y de la Contrarreforma, las grandes cortes europeas (Francia, España e Inglaterra), los enfrentamientos religiosos y las luchas por la hegemonía, como la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). También es la época del nacimiento del parlamentarismo moderno en Inglaterra y se producen grandes avances científicos (Keppler, Galileo, Newton) y aparece el racionalismo filosófico (Descartes, Locke). Europa estaba dividida en los países católicos (Italia, Francia y España, Austria y Portugal) y protestantes (Alemania, Países Bajos, Suiza e Inglaterra).
Políticamente, en el siglo XVII los intereses nacionales se exacerbaron y las naciones pretendieron imponer por la fuerza su hegemonía en Europa.





Las potencias hegemónicas de este periodo son Francia y Austria. La guerra de los 30 años (1618-1648), en la que se enfrentan los príncipes protestantes alemanes apoyados por Dinamarca, Suecia y Francia con los austríacos católicos apoyados por España. Finalizó con la Paz de Westfalia, que inicia la hegemonía francesa en Europa bajo los Borbones. El Barroco es pues un periodo del predominio francés que coincide con la decadencia española. Holanda conseguirá con esta paz la independencia de la corona española.
El fallecimiento del monarca hispano Carlos II sin heredero y la posterior Guerra de Sucesión Española, provocará un nuevo conflicto europeo, Francia y Austria se enfrentan de nuevo, esta última con el apoyo Inglaterra, en el año 1713, la Paz de Utrecht devolvía a Europa la idea del equilibrio entre las naciones y instauraba la dinastía de los Borbones en el trono español.
En Italia, durante el siglo XVII, los territorios de Sicilia, Nápoles y Milán están bajo el dominio de la corona española. El resto del territorio italiano estaba dividido en diversos estados: El ducado de Toscana (inmerso en una crisis económica que impide la primacía cultural que tuvo en el Renacimiento), los ducados de Mantua, Parma, Módena (cercanos a la órbita política de Francia para contrarrestar la influencia española), el ducado de Saboya (cuya situación geográfica hace bascular su política unas veces a favor de España y otras de Francia), la república de Génova, de la que depende la isla de Córcega (aliada obligada de España), la república de Venecia, bajo cuyo control están: la costa dálmata, las islas Jónica y Creta (con autonomía respecto a España) y los Estados Pontificios, gobernada por el Papa y cuya capital Roma se erige como el más importante centro artístico.
Las consecuencias internacionales de la Guerra de Sucesión Española, provocó un cambio de status en el territorio italiano, dando lugar a comienzo de la presencia Austriaca en Italia, el Milanesado, Nápoles y Sicilia pasarón a poder de Austria y Cerdeña al ducado de Saboya, siendo permutada posteriormente por Sicilia. En 1738, Nápoles y Sicilia pasaron a pertenecer de nuevo a los Borbones españoles.

A nivel económico, la teoría imperante será el Mercantilismo, un auténtico nacionalismo económico que reforzaba el nacionalismo político hasta hacer posible a las propias monarquías absolutas. Buen ejemplo es Francia en época de Luis XIV.
El siglo XVII es un siglo de estancamiento en la agricultura y la industria. En el S. XVIII el comercio colonial inglés, francés y holandés con América y Oriente, permite un respiro económico a estos estados.

En cuanto a los grupos sociales dominantes, la aristocracia y la burguesía, detentadoras de la fortuna, constituyen la clientela de los artistas.

En el ámbito de la cultura se trata de un periodo muy brillante, Galileo (funda la ciencia moderna), Newton (trabaja en los ámbitos de las matemáticas, mecánica, astronomía y la óptica), Descartes, Spinoza y Leibniz desarrollaron el racionalismo.
En Inglaterra destacan los empiristas como Bacon y Hume, mientras que en el terreno de la ciencia política Hobbes y Locke intentan formular teorías políticas que se fundamenten racionalmente en el concepto de naturaleza humana y mantienen que el Estado debe constituir un poder moderador que sirva para garantizar los derechos a la vida, la libertad y la propiedad.
En la poesía y la novela el estilo Barroco desarrolló sus notas características: exageraciones expresivas, búsqueda del efectismo mediante licencias sintácticas y semánticas y un elevado nivel conceptual, destacarán algunos autores como Lyly, Marini, Góngora, Quevedo, Gracián, Milton y Cervantes.
El teatro cobró un nuevo impulso dirigiéndose a un público muy variado: minoritario en Inglaterra y popular en España. Destacan Corneille, Racine, Moliere, Shakespeare, Lope de Vega y Calderón de la Barca.
La multiplicación de géneros musicales hacen del siglo XVII el siglo de la aparición de la música moderna con Vivaldi, Corelli, Bach, Haendel, Telemann, Purcell, Albinoni y el nacimiento de la ópera en la que sobresale Monteverdi.



La Contrarreforma representa una ruptura con esa herencia y un retorno a las fuentes del Cristianismo. A lo que se vuelve es a la Biblia y no a la tradición de los doctores, a la fraternidad de los fieles y no a la jerarquía de la Iglesia. La Contrarreforma renovó la vida cristiana y la espiritualidad como había intentado hacerlo la Reforma mediante una Iglesia romana depurada ligada a cuanto auténtico y ortodoxo había contenido el pasado. Por ello serán proclamados el culto de la Eucaristía, la intercesión de los santos y la obligación de venerar sus imágenes, ocupando un lugar excepcional la Virgen, lo cual va a preparar la afirmación de nuevos dogmas (Inmaculada Concepción y Asunción), la primacía de la cátedra de Pedro y la autoridad del Papa.
El Concilio de Trento fue un concilio de italianos y españoles en el que se reanimó el arte religioso a base mantener disponibles algunas lecciones formales del arte renacentista. El concilio no suministró prescripciones en materia de arte. Se refirió extensamente a lo que debía hacerse desaparecer de las Iglesias: imágenes lascivas, profanas o aquéllas que amenazaran descarriar los espíritus. El Concilio preparó un carácter brillante al arte religioso, a la Iglesia le convenía afirmar las verdades dogmáticas del Concilio aunque fuera a base de grandiosas manifestaciones de culto público. Este estilo litúrgico, de carácter jubiloso inclinaba a las almas a transmitir su alegría interior mediante cánticos y actitudes, pero no se trataba de un estilo inventado para impresionar las imaginaciones sino de un estilo triunfal que representaba una nueva forma de expresar la oración. La Compañía de Jesús se convertirá en la valedora intelectual de la Contrarreforma.
Buena parte de la sociedad europea del siglo XVII tenía sus estructuras mentales regidas por la religión. El trabajo, regulado por la luz del día y en el campo, por el juego de las estaciones, también lo es por las fases del año litúrgico. La organización de la vida diaria gira en torno a la normativa religiosa además la debilidad de las técnicas deja a los hombres desguarnecidos ante calamidades naturales. Esta inseguridad general preparó a las almas para solicitar la intercesión de las fuerzas espirituales, la Contrarreforma, al multiplicar las imágenes pretendió orientar hacia la doctrina una inquietud que de otro modo habría derivado fácilmente hacia la magia. Esta religión de las imágenes guardó especial conformidad con el gusto de España y los modelos españoles se difundieron por los países católicos. La imagen debe enternecer o apaciguar, debe enseñar pero perturbando el corazón, y en ninguna parte perecen suficientes ni aptas para el fin buscando la mesura clásica o la armonía platónico. El culto de los santos se encontró asociado con un clima de prodigio y de realismo que la libertad del Barroco debía evocar y satisfacer mejor.
 
En el siglo XVII, el poder político de los monarcas se fortaleció dando lugar a las monarquías absolutas: dirección férrea, abundantes medios para sostenerla y resignación de la sociedad a cambio de cierto orden y progreso. El absolutismo se generaliza en Europa durante los siglos XVII y XVIII con la excepción de Inglaterra y Holanda, fortaleciéndose con el despotismo a comienzos del S. XVIII.

Este poder absoluto tuvo su justificación teórica: los teólogos consideraron que el rey lo era "por la gracia de Dios" y los juristas amparándose en la tradición del derecho romano, consideran al rey la "Ley Viviente" y el señor de señores. Hobbes y Bossuet serán los defensores teóricos del absolutismo.

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